Los ciclones tropicales son sistemas de bajas presiones que se forman sobre el océano, tanto en el Atlántico como en el Pacífico oriental, y toma como combustible al mar cálido con temperaturas superiores a 27 grados Celsius.
Es una vaguada o baja presión desde la cual se forman la mayoría de los ciclones en el Atlántico; el 70% de los huracanes tienen a una onda tropical como fase inicial.
Sistema de baja presión con circulación ciclónica débil y vientos entre 45 y 63 km/h.
Sistema de baja presión con circulación ciclónica moderada y vientos entre 63 y 118 km/h.
Sistema de baja presión con circulación ciclónica fuerte y vientos entre 119 y más de 250 km/h.
La Organización Meteorológica Mundial ha establecido un parámetro para identificar a los huracanes en la región del Atlántico y el Pacífico Oriental: la Escala Saffir-Simpson clasifica los huracanes según la intensidad del viento, desarrollada en 1969 por el ingeniero civil Hervert Saffir y el director del Centro Nacional de Huracanes de Estados Unidos, Bob Simpson.
Corresponde a un huracán pequeño, con vientos entre 119 y 153 km/h, olas entre 4 y 5 pies de altura; los daños son mínimos.
El fenómeno empieza a incrementar su intensidad, con vientos entre 154 y 177 km/h, olas entre 6 y 8 pies de altura; los daños son moderados.
El huracán ya es catalogado como intenso en su fase inicial, con vientos entre 178 y 209 km/h, olas entre 9 y 12 pies de altura; daños importantes a infraestructuras.
La amplitud del huracán es significativa, con vientos entre 210 y 249 km/h, olas entre 13 y 18 pies de altura; los daños son severos.
El huracán ha desarrollado su potencial destructivo, con vientos superiores a 250 km/h, olas de 19 pies de altura o más; los daños son catastróficos.
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